La vida en una hacienda cacaotera

Las historias de una hacienda cacaotera están escritas por las personas que la habitan y la trabajan. Antiguamente, el patrón les daba un terrenito, alrededor de la casa grande de la Hacienda, a cada uno de sus trabajadores para que hiciera su casa y viviera con su familia. En la Hacienda Jesús María, había 5 casas de guano alrededor de la casa del patrón, hechas con la arquitectura Maya Chontal ancestral. Y en estos espacios, es donde transcurrían historias del quehacer diario, que hoy les contaré.

Casa Chontal
Antiguamente, el patrón de una Hacienda, brindaba a los campesinos un terreno para construir su casa. Se elaboraban de guano y con piso de tierra.

Desde el patrón, los campesinos, las mujeres y hasta los niños y niñas mayorcitos de edad participaban en el quehacer diario. Al escuchar el escándalo de las chachalacas, el cantar del gallo o de los cenzontles, el campesino madruga porque tienen que cuidar de las plantaciones de cacao. La mujer se tiene que levantar más temprano para prepararle su cafecito caliente, su puntal, acompañado de una galleta o panecito como el polvorón o las galletas de animalitos. No obstante, con anterioridad, esta mujer trabajadora, ya hirvió el maíz, ya tostó cacao, le quitó la cáscara y los molió para mezclarlos y convertirlos en pozol. Si no había cacao, le mandaba el pozol blanco. Le limpia bien su bush (nombre dado al fruto de una planta que, una vez seco, se utilizaba para transportar alguna bebida, es decir, se utilizaba como un termo), le echa su pozol fresco y lo tapa con un bacalito (hueso de elote desgranado).

Su mujer le tiene lista su ropita blanca que, una tarde anterior, le planchó con plancha metálica. El campesino, alistándose para ir a la plantación, lleva su bebida en su bush, su mujer le tiene limpios los cactes (guaraches). Y, es él quien se encarga de tener listo su morral, su red, su machete, su sombrero, su paliacate, su luco, son sus herramientas esenciales que solo él usa, y que nadie debe tocárselos. Se despide de su mujer, hace una reverencia y ella lo bendice, se va caminando para alcanzar al patrón quien ya les había chiflado para avisarles que ya va rumbo a la plantación.

El patrón también lleva su bush, pues añora las tradiciones

Los hábitos mañaneros del patrón son similares, se levanta muy temprano. Su mujer también madruga para asegurarse de que la muchacha que le ayuda tenga su tamalito caliente, su cafecito de olla de calceta, su platanito frito, frijoles y un huevito estrellado. Que no coma mucho porque le va a caer pesado. El patrón también lleva su bush, pues añora las tradiciones. Se pone sus botas de cuero altas, su sombrero de cuero o pana, camisa y pantalón de lino blanco por aquello del mosquito

El campesino chontal con su vestimenta de trabajo.

Él era el encargado de llevar en un morral martillos, clavos, para cuando era época de postear, escopeta para cazar algún animal silvestre para comer, una machetita (cuchillo pequeño), espanta mosquito y, sin olvidar, el puro de hoja tabaco. El patrón sale de su casa y con un chiflido muy agudo, avisa a sus trabajadores que ya va rumbo al madreado.

El campesino dirigiéndose a trabajar

Empiezan a jilear (podar con machete) “en línea”, podando los caminos. Si hay mazorcas listas, cortarlas, apilarlas en un montoncito en la trilla (los senderos dentro de las plantaciones). Mientras, las mujeres en la hacienda lavan las sábanas y la ropa con jabón del fruto jaboncillo o jabón de corozo para que queden blancas.

La niña mayorcita, ayuda en el hogar preparando el pozol.

Preparan la comida para cuando regrese el hombre del trabajo. Escogen ese pavo o gallina, tienen la olla hervor para meter al ave, que le de tantito el agua caliente para desplumarla. En la tabla o mesa de madera, hacer los cortes de las piezas del animal. Esa mujer, ya fue al monte a traer calabaza, yuca, camote, ya cortó el cilantro, el perejil, los chiles dulces para hacer el guiso. De la yagua (contenedor natural antiguo) saca el recado, las especias, la tableta de achiote para darle color al caldo. También las niñas mayorcitas trabajan, tienen que espulgar el frijol y el arroz, ya saben cómo lavarlo y ya conocen cómo ponerlo en la fridera para darle su freidita antes de echarlo a la olla con agua, ya sea para hervir el frijol o hacer arroz blanco o colorado (con achiote). La enseñanza a ser limpias también era importante -¡Chamaca! Te dije que fueras a darle de comer a la tunca y que le lavaras el chiquero porque después está la pestilencia cerca de la casa.

Por las tardes, el campesino y el patrón regresan de la plantación. Se refrescan, se asean a la orilla del río o arroyo o en la cubeta de balde, entibiada si es tiempo de norte. Comen lo que les preparó su mujer y continúan con las actividades y oficios aprendidos que se necesiten para el mantenimiento de sus casas.

Esta es una de las historias en una hacienda cacaotera, que nos motivan a difundir una de las páginas de nuestras tradiciones.