Los niños de la hacienda – Etiquetado "" – CACEP Chocolates
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Hablar de un niño feliz es decir cómo vivían antes esos niños, en una zona rural, espacios amplios llenos de colores y de animales pero también esos niños su imaginación los hacía disfrutar cada juego; jugar a las canicas, no las que conocemos ahora, caniquitas de barro; ese campeón que mete las canicas en la Troya ese niño si es hábil, ese niño o niña que al jugar el Papagayo o el Pijije llevando una pieza en los dedos, así dos dedos, una pieza una moneda o una piedra en los dedos ir saltando y saltando, que gran campeón o campeona era ese niño.

Simplemente jugar a las escondidas en esas plantaciones o en esas grandes casas…eso era lo emocionante, los niños tenían que buscar en muchos espacios, espacios amplios; era la risotada la risa de los niños la emoción de no ser encontrados, o jugar al “salta-lía”, ahí se demostraba la habilidad de cada niño, se cansaban más los que giraban la lía la cuerda que los niños que estaban brinque y brinque y brinque, era felicidad o los niños también jugaban a ser dueños de esas plantaciones, los héroes de esos grandes árboles que volaban su imaginación por que podían platicar con los monos, identificaban a los pájaros, las niñas también jugaban a la comidita con comalitos de barro, ollitas de barro, niños felices.

O también, todos los elementos lo encuentras en esa plantación, las varas los palos, les hacían formas, así como una especie de flechas de ambos lados puntiagudo, como un bolillo, La “Timbomba” lo ponía sobre el otro y “traz” lo daban con fuerza y la que daba más vuelta o avanzaba más ese era el niño campeón o la niña campeona, o cuando los papas se iban al pueblo para la fiesta de Mayo sabían que los poblanos llegaban con muchos juguetes de madera, el balero los carritos de madera, para las niñas esa muñequitas de “sololoí” y una muñeca artesanal echa de papel maché o cartonería, algunas niñas tenía la suerte de que hasta que les trajeran sus comalito, sus ollitas o ya muy muy de mucha muy buena suerte para los niños que los padres reunían mucho dinerito sus juegos de té.

Así era la vida de unos niños de una Hacienda Cacaotera, felices. ¿Que tenía sed?, se subían a la mata de naranja y a chupar naranja y le tallaban un poco de sal con chile y ellos felices, o habían mucho mango a comer mango, guayaba los niños felices en las tardes, eso sí porque en la mañana a la escuela o ayudar a su padres, ya la mamá les tenía listo su pozol blanco para que esos chamaquitos jugaran, siempre y cuando cumplieran sus quehaceres, era la “platicadera” de los niños. Las risas, porque por ahí andaba la abuelita que los reunían para platicarles esas tradiciones, esos cuentos esas leyendas que si el duende la mujer de blanco o les contaba chistes, muy a su manera los niños felices ciertamente porque la naturaleza, la magia y el convivir y el estar activo era la imaginación que vivían esos colores esos juegos, era la imaginación que los hacia soñar, soñar y soñar. Eran unos héroes de las plantaciones, eran las niñas también que aprendía que tenía que estar siempre listas en la cocina todo limpio para ir a jugar, eran niños responsables, niños que pensaban que era un compromiso como niño en su hogar para después tener ampliamente la libertada de jugar, jugar, jugar, correr, correr, correr, niños antiguos, niños con imaginación niños que disfrutaban cada día.