Hablar del campesino, de las plantaciones de cacao, es honrar aquellos que con su trabajo dia a dia hacen que millones de paladares disfruten de un REAL chocolate cada día.
Caminamos en el tiempo, en esas trillas o senderos que van contando historias desde que se levanta Tilo en su casa hecha de guano al cantar del gallo, del escándalo de las chachalacas o del dulce sonido de las calandrias y zenzontles.
Ya huele a café, a tortilla gruesa recién hecha, a frijoles negros refritos en manteca de puerco, a leña, humo, ahí donde la mujer ha mañaneado para tener listo su puntal de café y desayuno, sin olvidar el Pozol con cacao o símplemente su masa de maíz nixtamalizado para que a la hora de la bebida como eso de las 12 se refresque con su jicara de pozol debajo de un árbol y así se hidrate y agarre fuerzas para seguir trabajando.
Ahí va ya a la plantación con su morral, bush, jícara y su bastimento, lo sigue su perro fiel, en una mano lleva su luco y amarrado a la cintura con un mecate el machete para jilear. En el camino se encuentra con Don Erubiel , su compa y su hijo el mayorcito que lo enseña a trabajar, a ganarse el bocao diario y ropa.
Se reparten el paño y recuerdan lo encomendado por don Rutilo, Tilo agarra su machete y comienza a jilear con machete y garabato, Erubiel y su hijo carmito comienzan a cortar mazorcas con luco en mano para las que están muy altas y la machetilla para las que están a la mano.
Tanto movimiento en el cacaotal hace que el mosquito se alborote y apurados comienzan a espantarselos con el, paliacate o “espanta mosquitos ” o “coleta” de corozo .
Ni cuenta se dan que las horas transcurren pero ya hay sed y hombre, se chiflan para reunirse debajo del amate, sacan su bastimento, tortilla gruesa con manteca de puerco y sal el de Tilo y Erubiel unos chanchamitos asados a la leña, comparten comida y bebidas, es el intercambio de amistad y trabajo, claro que las historias también, ahí se enteran de lo que pasó con chabelita la hija de don Carlos y doña Maria, que se la robó ese chamaco sinquehacer , ese tal Beto y cómo es un bueno para nada ahí la llevó a la casa de sus papás, dicen que la mamá del CHAMACO de ese Beto pegó un grito al cielo, doña Concha y ahí la tiene en la batea lavandole la ropa al Beto, historias contadas que reflejan el vivir en nuestras zonas rurales.
El jornal termina, cada uno a sus casas que los reciben con un rico chorote acompañado de su dulcito de oreja de mico, que es la temporada y así acostados en la hamaca en el patito esperan la comida que ya hierve la olla de barro , huele a gallina criolla con trozos de maíz tiernos y calabacita criolla, huele a cacao recién molido con maíz tostado, ya están preparando polvillo y saliendo del comal las gruesas de maíz tierno. Se reúne la familia igualmente todos en la mesa, con respeto le sirven al abuelo y de ahí a los mayores y los niños esperan pacientemente que les toque todavía una buena presa pero se conforman con el huacal para chupar los huesitos.
Ya comiditos hay que trabajar en la casa, las mujeres a darle su maíz a la chocha , las mulitas y gallinas Hay que limpiar el patio y cortar leña , ir a traer los racimos de plátanos para freír y todos juntos a desgranar maíz y guardar el bacal para uso personal.
Ya llega la tarde y hay que dormirse tempranito para mañanear, todos debajo del pabellón porque es la hora del mosquito , ya no se soporta pero ponen conchas de cocos secos y con el humo los ahuyenta.
Día terminado, lleno de trabajo y unión familiar.
Amanece de nuevo, hay mucho aire y llueve fuerte, así hay que irse a plantación a cuidar, ver como cada planta de cacao, mazorcas es un retoño de vida que hay que procurar cuidado, saber abonar , esperar pacientemente a su corte, extraer sus semillas, lavavarlas en el canasto , ponerlas en la manta de henequen para sacarlas al sol.
Ellos saben, cuidan y con su experiencia de generaciones ancestrales están conectados en historias de sabiduría para darle el sabor y aroma del cacao en un chocolate Real.
Ellos saben
LOS HOMBRES DEL CACAO, ORIGEN DE LA MAGIA DEL CHOCOLATE REAL !!!!!!

Autor: Lic. Florencio Sánchez Rodríguez.